Vericuetos de la diplomacia




Ya comenzaron los agasajos diplomáticos al canciller Moratinos.
Francia ya declaró, a través de su ministro de exteriores Bernard Kouchner, su posición ante la excarcelación e inmediata deportación de un grupo importante de presos políticos cubanos.

La historia se repite pero bajo otras circunstancias.

Esta vez España no decidió nada, como si lo hizo durante casi todo el siglo XIX con la disidencia de la isla.
Su silla en la mesa de negociaciones sólo fue el canal diplomático utilizado. Sin ahondar en las motivaciones subyacentes del gobierno de Zapatero.

Como tampoco el ocupante de la otra silla, la iglesia católica cubana en la persona del cardenal Jaime Ortega, canal necesitado en estos tiempos de reververancia religiosa en la sociedad cubana -como último recurso ante su desesperada situación, amén del corpus histórico religioso de la isla.

La otra silla, la presidencial, fue la que puso las reglas del juego. Su punto principal... la desaparición física y mediática de los verdaderos obstinados:

Esos que llevan años en prisión, realizan huelgas de hambre hasta morir, se pasean por las calles sin miedo a la brutalidad policial y encubierta, envían un S.O.S a medio mundo para que se les reconozca, denuncian con voz clara y segura donde radica la esencia del desastre.
Esos, a los que les correspondía la silla que nunca estubo, son los depositarios del futuro de Cuba. Y para ellos debía ser el clamor de la democracia, pues a ella se deben.
Buscan, por primera vez en Cuba de manera pacífica, los hilos que nos conducen a ella.

Basta ya de revoluciones inconclusas y de mesianismos que sólo conducen a la intolerancia y al no reconocimiento del otro.

Aún queda esperar el desenlace de la función. La decisión de la Unión Europea.
Mientras... en Cuba... se sigue buscando el camino en que nos divisemos todos, absolutamente todos!

Lynchburg, Virginia.

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