El Valle de Nipe (I)

A los cuetenses. En busca de nuestras memorias y ancestros.


Desde lo alto del Parque Nacional la Mensura, en el macizo montañoso de la Sierra de Nipe, provincia de Holguín, la vista se pierde a través de un extenso valle, que desde el comienzo de las montañas se desliza hasta el Océano Atlántico sin apenas quebrar el paisaje.
Este valle, poblado de bosques tropicales hasta bien entrado el siglo XIX, se extiende por toda la costa norte, desde el pueblo de Mayarí, que serpentea por el río del mismo nombre, al este, hasta las primeras lomas, unos veinte kilómetros al oeste, en las alturas de Maniabón, pequeño macizo montañoso que bloquea el paisaje en dirección a la ciudad de Holguín, y que se conoce como la loma de Rejondones.
Levantando la vista hacia el norte se aprecia, en casi toda su extensión, la bahía de Nipe.  Extendiéndola un poco más allá y hacia el noroeste , entre las penumbras azules de las montañas distantes, a unos veinticinco kilómetros del lugar, podemos apreciar sus valles más lejanos, que bordeando el pueblo de Banes son irrigados por el río Tacajó. Otro río de importancia, el Nipe, cubre el centro del valle y desemboca casi cercano a la playa Juan Vicente. Unos pocos kilómetros al este, y corriendo paralelo al pueblo que le da nombre, encontramos el río más caudaloso de la zona: el Mayarí. Del total de sus ciento nueve kilómetros de extensión, los últimos veinte son navegables, por embarcaciones menores, hasta su desembocadura en la bahía.
Todo este hermoso territorio delante de nuestros ojos cubre una extensión de algo más de seis mil kilómetros cuadrados, al incluir, si queremos verlo como una gran zona socio-económica interdependiente, el territorio que va desde Levisa, extremo noreste del valle, hasta Moa, el último pueblo en los bordes de la Sierra Cristal, en el extremo este del grupo montañoso.
Al llegar Cristóbal Colón a Bariay el 27 de octubre de 1492, uno de los grupos aborígenes que habitaban la isla, los taínos, vivían agrupados en los cacicazgos de Baní, hoy municipio de Banes, y el de Barajagua, hoy municipios de Cueto y Mayarí. Se cuenta que varios indígenas de la bahía de Gibara, donde estuvieron ancladas las carabelas durante casi dos semanas debido al mal tiempo, fueron capturados y llevados a España para ser presentados a los Reyes.
El Almirante luego de remontar hacia el este, bordear toda la costa holguinera y llegar a su extremo oriental, anotó en su libro de navegación señales de valiosos minerales en el lecho y terrazas del río Moa.
Hay pocos indicios de poblamiento europeo en la zona durante el primer siglo de la conquista. En octubre de 1513, Diego Velázquez, en su primer viaje de reconocimiento y colonización de la isla, luego de ser nombrado, Adelantado, Teniente del virrey y Gobernador de la misma, visita la zona de Baní atraído por el conglomerado de población aborigen asentado en la zona. Corroborado hoy por arqueólogos e historiadores como uno de los sitios precolombinos más poblados de Cuba.
En carta de Velázquez al Rey Fernando de Aragón, donde le explica a éste de sus viajes a través de la isla de Fernandina -primer nombre dado a Cuba por los conquistadores-, cuenta cómo llegó primero a las provincias indias de Baní y Barajagua, y que haciendo convocatoria para reunirse con los principales jefes de aquellas provincias estuvo cuatro o cinco días en la zona, donde finalmente acudieron los caciques con numerosos indios que le acompañaban. No especifica el lugar de la reunión, pero los historiadores Fernando Portuondo y Leví Marrero lo ubican entre la bahía de Banes y la península de El Ramón. Incluso, el periodista banense Rene Dayre lo establece, con mayor precisión, en la playa de Puerto Rico, a unos diez kilómetros al este de Banes, por las características de las corrientes marinas del lugar.  


Entre 1520 y 1542, fecha en que son extinguidas legalmente las Encomiendas, la zona de Baní es considerada centro principal del enfrentamiento entre aborígenes y conquistadores en su lucha por el territorio.
Entre los años 1600 y 1752, año este último del comienzo de la jurisdicción de San Isidoro de Holguín, el territorio se lo dividían las dos jurisdicciones más importantes del departamento oriental: todo el oeste a la jurisdicción de Bayamo, y todo el este a la jurisdicción de Cuba (Santiago de). El área, periferia de ambas jurisdicciones, era habitada por dueños de hatos y realengos muy dispersos entre sí, dedicados a la ganadería, el cultivo del tabaco y la tala de árboles.
Entre 1723 y 1728, desde La Habana y Santiago de Cuba, se realizaron consultas con Madrid para que la corona otorgara a los criollos las tierras realengas, prácticamente  despobladas, alrededor de la  bahía de Nipe, con el propósito de fundar una ciudad como centro de las producciones agropecuarias, principalmente tabacaleras, a fomentar en el lugar. Cabe recordar que el 17 de abril de 1717 se instaura en Cuba la “Ley del Estanco del Tabaco”, ordenanza del rey Felipe V para establecer el monopolio de la corona sobre el tabaco producido en la isla. En ese momento, y durante casi todo el siglo XVIII, el tabaco le produce a la metrópoli las mayores ganancias desde la isla. Había que aumentar la producción y los gobiernos central y del departamento oriental coincidieron en aconsejar a Madrid, que uno de los lugares propicios se encontraba en los alrededores de la bahía de Nipe.


El Hato de Barajagua arrendado por el padre Ramos


   En carta(1) de Nicolás de Montenegro, esclavo mulato e “hijo de una esclava del contador de las minas de cobre” Juan de Eguiluz, a la esposa de éste, doña Paula de Eguiluz y Montenegro, fechada el 7 de julio de 1672 y con destino La Habana, queda registrado que Barajagua era el hato más al norte de la jurisdicción de Cuba(2). Muy probablemente, dada la lejanía y el relieve abrupto a atravesar para llegar hasta sus límites, el trasiego de su territorio se debía más a los asentamientos de los indios arahuacos, que desde el siglo VIII se habían asentado en la zona, y a algunos sitieros y estancieros dispersos en el territorio. Los indios deben haberle enseñado a los europeos y criollos que se atrevieron a conquistar la zona -varios decretos y ordenanzas reales dan cuenta de los deseos metropolitanos de poblar el lugar-, los recovecos y recursos naturales, incluyendo las ventajas de las diferentes bahías que conforman el entorno de Nipe. Se sabe, según juramentación del negro esclavo Juan Moreno acerca de la aparición de la virgen en aguas de la bahía de Nipe, que la zona era utilizada para la recolección de sal desde tiempos precolombinos.


   El padre Ramos fue uno de los clérigos de Santiago del Prado, lugar donde se encontraban las minas de cobre que explotaba el Rey desde el siglo XVI al oeste de la capital oriental. El clérigo arrendó al Rey el hato de Barajagua por doscientos pesos, según indica la mencionada carta del esclavo Nicolás, corroborando el poco valor que para ese entonces tenía el territorio. La siembra de tabaco y la explotación ganadera eran los renglones principales de la economía oriental hasta el siglo XVIII, época en que comenzó, con fines comerciales domésticos, la producción de azúcar mascabado, miel y raspadura, renglones principales de la parte occidental de la isla. Lo más probable era que el padre Ramos la utilizara para producir tabaco con fines comerciales, dada la importancia de este producto para la corona española, y debido a la lejanía de la ciudad de Cuba y el acceso montañoso a ésta, para la cría de ganado para consumo local y la venta de carne salada y pieles. El poco comercio se centraba en la costa sur y entre las cabeceras de las dos jurisdicciones. Durante los primeros siglos de la colonización y hasta bien entrado el siglo XVIII, la economía de la mitad oriental de la isla se reducía, además del tabaco, al comercio de pieles, carne salada y madera. Una cantidad nada despreciable de los últimos tres productos se comerciaban, mediante el contrabando, hacia las islas caribeñas y la costa de Tierra Firme.







Bibliografía
(1) Carta de Nicolás de Montenegro a doña Paula de Eguiluz y Montenegro.


Dos tengo escritas y ésta tres y en éstas he avisado a mi Señora de lo que por acá ha pasado después que mi Señora falta de estas minas. Y ahora vuelvo a hacerlo en ésta de (las) muchas novedades que de hora a hora se ofrecen y suceden.... Mi Señora, en cuanto a los cobres del río ha sido y es sin ajuste.... el cobre es la moneda que corre hoy en las minas pues hombres y mujeres y niños no se ocupan de otra cosa desde que amanece hasta que anochece.... Queriendo yo estorbarlo me dijo Pedro Viojo que estas minas no las (re)conoce por de mi Señora Doña Paula, sino por del Rey. Y lo mismo todos los demás.... Antes eran (muchas las) soberbias de hombres y mujeres, como mi señora sabe, pero hoy es cosa mucha pues dicen públicamente que son horros.... El hato de Barajagua lo arrendó el padre Ramos en doscientos pesos, sólo las yerbas, dejando libres las monterías para la gente de estas minas. Y no les pareció a su gusto porque dicen que Barajagua y las monterías es suyo todo, que el Rey se los dió.... Miguel Congolo desde que mi Señora salió de estas minas se fue y plantó en la covacha y se ha aprovechado de todo el cacao de ambas cosechas de este año pasado. Y diciéndole yo cómo hacía eso, que aquellos cacaos son de mi Señora doña Paula, me respondió que son del Rey y él también. Manuel del Río después que estuvo por su voluntad por allá en paseos vino a solo acabar de ayudar (a) azotar estas minas de cobre.

(2) Kathryn Joy McKnight. Afro-Latino Voices: Narratives from the Early Modern Ibero-Atlantic World. 1550-1812. Hackett Publishing Company, 2009, pg. 134.

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